A partir del fundador del budismo, Śākyamuni, todos aquellos que han vivido viendo claramente el justo modo de existir, mientras que han continuado ininterrumpidamente transmitiendo de una persona que tenía realmente ese carácter a otra que lo poseía a su vez, han testimoniado ese modo de vivir perfectamente armonioso. No existe mas que un modo supremo más allá de la posibilidad de nuestra voluntad, que es base y fundamento de aquel modo de ser. Este modo es como verter toda el agua de un recipiente tal como es a otro.
Aquello que es trasmitido así es la individualidad que vive el Sí mismo original de forma auténtica; precisamente este modo de vivir es la base, la norma característica de la enseñanza de Śākyamuni. Llevar hasta el fin este modo de vivir, puesto que es volverse a si mismo verdaderamente libre, es alegría, es juego.
La forma concreta que constituye el punto fundamental de este modo de vivir es zazen. A cualquiera ya desde el nacimiento le es completamente dado el principio de la condición en la que la persona vive el sí mismo original genuinamente, sin embargo, si no pasa a través de hacer precisamente la práctica de zazen, aquel principio no aparece manifestado y si no se evidencia en él el zazen, en realidad no se lo tiene.
Desde el momento en que vivir genuinamente el propio ser original equivale a romper el recinto del viejo «yo» pensado sobre la base de los hábitos y del intelecto, si es demolido ese recinto se entreabre la amplitud y la profundidad del mundo sin límites y queriendo expresarlo en palabras se puede hablar a placer.
La persona que posee este modo de vivir sin confines, ilimitado, voluntariamente no da paso en ningún ámbito a la conciencia de estar viviendo una vida ilimitada, sin confines. De hecho, siendo la realidad sin limitaciones, la persona que la vive y esta misma realidad no pueden ser diferenciadas como si fuesen dos. Por otra parte, independientemente al hecho de que a todos haya sido ya dada la posibilidad de vivir genuinamente el propio modo de ser fundamental, en aquel que vive al interior del recinto del viejo «yo» pensado según hábitos e intelecto, no se manifiesta el universo en tanto que funcionamiento de la plena libertad. Esto sucede porque dividiendo por una lado a mí mismo y por el otro al mundo entendido como objeto, precisamente ahí se establece una delimitación. Practicar zazen no quiere decir que, una vez hecho zazen, obtengamos algo a cambio, o bien que avancemos construyendo algo. La totalidad de la existencia que comprende a mí mismo es avanzar expresando un vivo testimonio de la forma completa que es ya si mismo.
Precisamente en este caso está de modo completo la forma de vida que no divide cada cosa en dos según las categorías de «propio y de otros», «yo y distinto a mí». Cuando está esta completud, las categorías y las diferencias como «mí mismo», «tú mismo», «existencia», «modo de vivir fundamental», ya no sirven.
MAESTRO DOGEN
BENDOWA